martes, 26 de agosto de 2025

ya no somos



no te odio.

no te amo.

no te espero.


hubo un tiempo en que sí,

en que todo giraba alrededor

de tus gestos mínimos,

de tus silencios largos,

de si respondías un mensaje

con punto o con corazón.


ese tiempo ya no es.


ahora me despierto solo,

pero no vacío.

pongo el café,

abro la ventana,

dejo que el día entre

sin hacer preguntas.


no te maldigo.

tampoco te bendigo.


simplemente te recuerdo

como se recuerda una vieja casa:

con cariño,

pero sin querer volver.


todo fue lo que fue.

nada más.

nada menos.


y aunque el corazón

a veces todavía busque tu nombre

en las sombras de otras,

yo ya entendí.


que hay amores que no se olvidan,

pero sí se sueltan.


y eso también es una forma

de seguir viviendo.

ya no estás, y eso no duele tanto como debería

 

al principio dolía.

como una muela podrida

que no te puedes sacar

pero tampoco morder con ella.


me levantaba pensando en vos.

me dormía pensando

en todo lo que no fui.

en todo lo que no dijiste.

en todo lo que dijiste para irte.


y luego,

un día,

no dolió.


no porque te hubiera olvidado.

no porque haya aprendido algo.

no.


solo porque uno se cansa.

hasta el dolor se cansa.

y vos ya no eras más que

un nombre en el teléfono

que ya no reviso.

una canción que ya no salto.

una voz que ya no imagino

cuando me masturbo.


vos seguiste tu vida,

yo seguí sobreviviendo.

y ahora, cuando me preguntan por vos,

solo digo:

“una historia más que no funcionó”.


porque eso fuiste.

una historia.

y de las que no terminan bien.


como todas las que valen la pena.

domingo, 24 de agosto de 2025

Te quise como un imbécil

Te quise

como se quiere a una mala idea a las tres de la mañana:

con hambre, con prisa, con las manos temblando.

Te quise sabiendo que ibas a romperme,

y aun así,

me dejé abierto como botella barata.


No eras especial.

Y yo tampoco.

Pero había algo en tus piernas,

en tu manera de mentir sin pestañear,

que me hacía olvidar

que el amor también mata,

no con cuchillos,

sino con domingos vacíos

y mensajes que nunca llegan.


Te escribía poemas con olor a cigarro y desvelo,

mientras tú andabas ocupada

olvidándome en la cama de otro.

Y yo, idiota,

aún pensando que todo eso era amor.


No.

Era necesidad.

Era sexo con culpa.

Era abrazar un incendio

para no morirse de frío.


Ahora ya no te odio.

Ni te quiero.

Ni me importas.

Solo me acuerdo de ti

cuando el alcohol toca fondo

y el silencio me vuelve a preguntar

por qué carajos te dejé entrar.


Y entonces,

vuelvo a decir tu nombre en voz baja,

como una herida que aún supura,

como un perro

que sigue lamiéndose el recuerdo.

viernes, 22 de agosto de 2025

el final no hace ruido



anoche

cenamos

sin hablarnos

pero pasaste la sal


y yo

la agarré

sin tocarte la mano


te fuiste a dormir

antes

apagaste la luz

del comedor


y ese gesto

fue más triste

que cualquier adiós

dicho a los gritos


esta mañana

los dos

hicimos la cama

como si todavía

valiera la pena


pero las sábanas

no tenían

nuestro olor


tenían

el de nadie


y mientras te ponías los zapatos

yo pensé:

esto es el amor

cuando se va —

no grita

no muerde

no rompe la puerta


solo se pone el abrigo

y no pregunta

si volvés tarde

el amor es una silla que flota

 

una vez

pusiste una naranja sobre mi pecho

y dijiste

"si no se cae, es que es domingo"


yo no supe qué responder

así que me convertí en domingo


afuera llovían cucharas

el gato leía en voz baja

una carta que nunca escribimos

a nadie


te fuiste a colgar la ropa

pero colgaste pájaros

en su lugar


las sábanas lloraban de celos


yo me senté

en la silla que flota

porque la que tiene patas

ya no entiende mi peso


y desde ahí

te amé —

como se ama

una palabra inventada

que no rima con nada

No te tengo, pero te amo igual

No estás.

Y sin embargo,

todas las sillas vacías tienen tu forma.

El café se enfría esperándote.

Y la ciudad,

esa puta ciudad que nunca duerme,

me dice tu nombre en cada esquina.


Te amo,

aunque no seas mía,

aunque no puedas serlo.

Te amo con la violencia muda

de lo que nunca sucede.


¿Sabes qué es peor que perderte?

Haberte tenido por un minuto.

Un minuto —maldito sea—

en que todo era posible,

y los relojes todavía no sabían decir “no”.


Yo habría dejado todo.

Mi cama, mi sombra, mi apellido.

Habría aprendido a respirar como tú,

a mirar como tú,

a dolerme como tú.


Pero tú tenías otros caminos.

Y yo no era una estación donde tu tren pudiera detenerse.


Así que te fuiste.

O no viniste.

No importa.

El resultado es el mismo:

te amo sin poder tocarte.

Te escribo sin poder decirte.

Te sueño sin poder dormir.


Y si algún día me ves,

de lejos,

con otra sonrisa mal puesta,

no pienses que te olvidé.

Piensa que sigo amándote

con todo lo que no puedo decirte.


Y que, aun sin ti,

sigo escribiendo poemas

como si fueras a volver. 

Trilogia

 I. Te amo a pesar de todo, carajo


Te amo.

Y no sé por qué.

No debería.

No es lógico, ni justo, ni sano.

Pero te amo.


Te amo con los dientes apretados,

con los ojos cerrados,

como quien se lanza a un pozo sabiendo que no hay agua.

Te amo con miedo, con rabia, con nostalgia,

con ganas de mandarte al demonio

y quedarme ahí contigo.


Te amo con mis manos sucias de tanto buscarte

en la cama vacía,

en los platos que lavas,

en las palabras que no dijiste.


Hay días en que me hartas.

Te juro.

Te quiero lejos, ausente, olvidada.

Y justo cuando creo que ya,

que te estoy sacando del pecho,

apareces

con cualquier tontería,

con una risa, con un silencio

y otra vez

me jodes.


Te amo con esa clase de amor

que no se parece a nada,

que no sirve para los poemas,

pero que existe,

que respira,

que se queda.


Porque a ti no te amo como en las canciones.

Te amo como en la vida:

con los errores,

con los lunes por la mañana,

con los recibos sin pagar,

con este corazón cansado

pero terco

como un burro.


Te amo sin promesas.

Sin poesía.

Sin futuro.

Pero con toda mi alma.

Y eso, créeme,

es mucho decir.



II. Hoy no te quiero

Hoy no te quiero.

Y es un alivio decirlo.

No me jodes el café,

no apareces en mi cama como un fantasma tierno,

no me hablas desde la radio

ni desde la ropa vieja.


Hoy no te quiero.

Y puedo respirar sin que me duela.


No es que te haya olvidado.

No te confundas.

Sigues ahí, como una astilla que ya no sangra

pero que no se va.


Hoy no te quiero

y me siento menos estúpido,

menos tuyo.

Pero sé —lo sé bien—

que mañana volverás

en una canción maldita,

en una frase que dijiste,

en un sueño idiota

donde todavía

me abrazas.


III. Te odio con amor

Te odio con amor.

Con ese amor que ya no sabe a promesa

sino a castigo.


Te odio porque no estás

pero te quedaste en todo.

En los zapatos vacíos,

en los libros abiertos,

en los lugares donde fuimos felices

sin darnos cuenta.


Te odio porque no me llamas,

pero si me llamaras, iría.

Como un perro,

como un imbécil,

como ese yo que se arrastra por tus besos

aunque ya no existan.


Y sin embargo,

a pesar del odio,

del cansancio,

del tiempo,

del puto tiempo

que no cura nada…


…si llegas,

si tocas la puerta,

yo abro.


En la esquina rota del tiempo

 La noche se abre

como un puñal oxidado,

y la ciudad vomita sus secretos

sobre las calles sucias,

donde los perros ladran historias

que nadie quiere escuchar.


Tus ojos son un pozo oscuro,

un eco de luna que no se apaga,

y en tus labios arde el silencio

de un poema que nadie escribió,

una sangre que corre sin rastro,

un grito enterrado en el barro.


Aquí, donde el humo se mezcla con la tristeza,

y el amor es un tiro al vacío,

bailamos al borde del abismo,

con los pies descalzos,

con la esperanza rota,

con la vida arrugada en el bolsillo.


Pero todavía,

cuando la madrugada quema el recuerdo,

vuelves a ser fuego y sombra,

el verso que sangra en la noche,

la verdad desnuda y cruel,

como un suspiro perdido en el viento.


Ya Entendí

ya entendí que no fue un mal momento ni el estrés ni “ no sos vos, soy yo ” fui yo yo que creí yo que no supe irme cuando todavía podía hace...