La noche se abre
como un puñal oxidado,
y la ciudad vomita sus secretos
sobre las calles sucias,
donde los perros ladran historias
que nadie quiere escuchar.
Tus ojos son un pozo oscuro,
un eco de luna que no se apaga,
y en tus labios arde el silencio
de un poema que nadie escribió,
una sangre que corre sin rastro,
un grito enterrado en el barro.
Aquí, donde el humo se mezcla con la tristeza,
y el amor es un tiro al vacío,
bailamos al borde del abismo,
con los pies descalzos,
con la esperanza rota,
con la vida arrugada en el bolsillo.
Pero todavía,
cuando la madrugada quema el recuerdo,
vuelves a ser fuego y sombra,
el verso que sangra en la noche,
la verdad desnuda y cruel,
como un suspiro perdido en el viento.
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