martes, 30 de noviembre de 2021

El Ahorcado

El aire soporífero de la casa. Voces que suenan como salidas de un tocadiscos ralentizado. Palabras que se alargan como mermelada derramada sobre el cóncavo cristal del espacio. Borrachos de corcho empapados en vinagre, verdes como pepinos en conserva que gimen desde sus cuartos. Espeso humo de marihuana en una especie de neblina constante, de gas lacrimógeno, como de filete quemándose en la cocina. Risas estúpidas y tos de Neumonía reflejada en las manchas de pulmón que como gusanos fluorescentes brillan sobre las amarillentas paredes de un empapelado de los años 70. Seres semejantes a personas pero sin el don de la palabra que mugen y hacen señas y dan patadas al aire o pegan portazos a la nada. Criaturas pestilentes dando tumbos, olvidados de sí mismos en un encierro de alambre de púas. 

Jardín cercado de perros esqueléticos que con su mirada parecen rogarte que acabes con su agonía. 

Mitómanas ventanas que te muestran un cielo azul y floridos arboles mecidos por el viento. 

Cuando sales por la puerta, sombras de caucho te amarran del cuello con una soga  a unos arboles como estacas que le duelen al barrio. 

La vieja vidente no supo adivinarlo.

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