lunes, 8 de diciembre de 2025

como un perro fiel (pero más tonto)

ella se enfadaba.

no como se enfada la gente normal.

se enfadaba como tormenta,

con gritos, con golpes,

con esa mirada que no buscaba entender,

sólo destruir.


y yo

la amaba.


la amaba con los ojos cerrados

y el alma abierta,

como un idiota que se deja morder

y aún así mueve la cola.


decía mentiras

como si fueran poemas.

yo las leía,

las creía,

las aplaudía.


me decía

“no pasó nada”

y yo le ponía flores en el pelo

aunque olieran a otra cama.


¿qué se hace

cuando el amor es una herida

que uno besa para que no duela tanto?


la perdoné.

mil veces.

mil veces sabiendo

que no era justo,

ni sano,

ni amor —

pero era todo lo que tenía.


yo no quería una mujer perfecta.

solo quería

que ella se quedara.


y se quedó.

a veces.

con puños,

con humo,

con mentiras entre los dientes.


yo dormía con el enemigo,

y aún así soñaba con ella

como si fuera el paraíso.


ahora está lejos,

pero a veces juro

que la escucho en mi cabeza

decirme que todo era culpa mía.


y quizá lo fue.

porque cuando uno ama sin medida,

se vuelve invisible

hasta para sí mismo.


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