sábado, 25 de octubre de 2025

La locura me visita los martes

 La locura me visita los martes,

no los lunes, porque respeta el tedio.

Toca la puerta con los nudillos de una madre

que perdió a su hijo en una plaza pública.

No entra. Me mira. Y se va.

Pero deja encendida la lámpara rota

donde habitan las moscas.


A veces la confundo con Dios

porque se esconde igual de bien.


Yo no estoy loco.

Solo que la ciudad me habla

cuando no hay nadie en la calle.

Y el semáforo parpadea como si tuviera epilepsia

o tristeza.

Y los perros huelen mi sombra

como si supieran que está vacía.


He probado todos los medicamentos,

todos los templos,

todas las madres.


Y sigo aquí.

Escribiendo con el puño lleno de dientes,

con la lengua rota de tanto silencio,

con el cerebro como un cuarto de motel

donde alguien murió y nadie limpió.


No hay cura.

Solo hay papel.

Y el papel es el espejo donde me hablo

para no gritarle al techo.


La locura es este poema.

Y tú, que lo lees,

estás a punto de contagiarte.

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