te fuiste sin portazo,
sin drama,
sin esa escena de llanto que uno
aprende a esperar como un imbécil.
solo dijiste
“cuídate”
como si me estuvieras dejando al gato
y no al amor
—si es que eso fue alguna vez amor.
me quedé ahí
con la cerveza tibia
el cenicero lleno
y tu olor pegado en el sofá
como un fantasma sin ganas.
no lloré.
no grité.
solo encendí otro cigarro
y me rasqué los huevos
pensando en la última vez que reíste de verdad.
una parte de mí quería correr tras vos.
otra parte, la más honesta,
solo quería volver a la cama
y no levantarme nunca más
a menos que fuera para mear o escribir.
el amor se va así,
como una resaca lenta,
como una canción que ya no escuchás
pero seguís tarareando sin darte cuenta.
no me dejaste roto,
me dejaste igual.
y eso, querida,
es todavía más triste.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario