sábado, 19 de julio de 2025

Los jueves con ella

 Había algo en ella que siempre olía a mentira, pero era una mentira que me gustaba. Como esas películas malas que sabés que son malas pero igual las mirás hasta el final con una cerveza caliente en la mano y las luces apagadas.


Se llamaba Clara. Llegaba los jueves. Siempre los jueves. Como si fuera una rutina médica o una condena suave. Aparecía a eso de las siete con una botella de vino y un cigarro entre los labios. Nunca traía equipaje, pero dejaba su perfume pegado en la almohada como si fuera una nota escrita a mano.


Hacíamos el amor como si quisiéramos olvidarnos de todos los amores anteriores. Y cuando terminábamos, ella se quedaba mirando el techo y fumaba en silencio. Yo intentaba decir algo, pero siempre sonaba estúpido. Clara tenía esa forma de callar que te hacía sentir que habías perdido una guerra sin pelearla.


Una noche me dijo:

—Esto no es amor, Gabriel.

Le dije:

—Lo sé. Pero es lo más cerca que he estado.


Se rió. Esa risa... Dios. Esa risa era como si alguien hubiera encendido un cigarro en mitad de un funeral.


Después dejó de venir los jueves. Ni los viernes. Ni nunca.


Llamé una vez.

—No hagás esto —le dije.

—Ya lo hice —respondió, y colgó.


Y así quedó todo.

El colchón hundido de su lado.

La botella vacía en la cocina.

Un pelo suyo en el lavabo.

Un gato que no era nuestro pero se sentaba donde ella se sentaba.


Volví a escribir. No por inspiración, sino por no volverme loco.

Escribí cosas horribles. Cosas que ni yo quería leer.

Pero seguí.


Porque el desamor, al final, no te mata.

Solo te deja vivo el tiempo suficiente como para escribir sobre él.

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Loida

 loida— llevo tu corazón(lo llevo en mi pecho) jamás sin él donde voy tú vas, mi dulce; y todo lo que hago sólo tú lo haces, mi amor no temo...