te fuiste
sin cerrar la puerta,
dejando el aire lleno de tu perfume barato
y mi cabeza llena de mierda.
he bebido
todo lo que quedaba en la botella,
ni siquiera por olvido —
sólo para no escuchar
cómo tus pasos se alejaban en mi mente.
eras tan buena mintiendo
que hasta el espejo te creía.
yo no,
pero igual me quedé,
porque a veces es mejor el infierno
que la soledad del silencio.
tres años,
dos gatos,
una planta muerta,
y miles de peleas sobre nada.
te amé como se ama lo que duele,
como se rasca una herida
hasta sangrar.
pero ni así quisiste quedarte.
ni así me diste algo real.
ahora sólo queda este cenicero humeando,
el humo sube lento,
como una señal que nadie va a ver,
como este poema
que tampoco vas a leer.
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