La radio sonaba baja.
Jazz, creo.
No lo sé, no le puse atención.
Estabas en la otra habitación
leyendo
o fingiendo que leías.
Yo lavaba los platos.
Tres vasos, dos platos,
el cuchillo con mango roto
que no quieres tirar.
El agua estaba tibia,
y por un momento
no pensé en nada.
Ni en la carta sin abrir,
ni en lo que dijiste anoche,
ni en ese silencio
que se cuela entre nosotros
como el vapor por la ventana.
Solo el agua,
la espuma,
y el sonido de un vaso limpio
dejado con cuidado
sobre la toalla.
Después me sequé las manos.
Apagué la luz.
Me quedé un momento en la cocina.
Solo un momento.
Escuchando cómo pasaba la noche
sin decirnos nada.
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