Tus manos, jardín de memorias,
solían rozar mi piel
como flores que despiertan
sin pedir permiso al sol.
Pero vino la tormenta,
la de adentro, la que arrasa
sin rayos ni relámpagos,
solo con silencios largos.
Y crecieron trepadoras
en los muros del olvido,
plantas sin nombre ni rumbo,
aferradas al vacío.
Hoy tus manos son distancia,
las flores, solo recuerdo.
La tormenta ya pasó…
pero aún llueve aquí dentro.
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