sábado, 19 de julio de 2025

La última dosis

 La primera vez que lo vio, tenía las pupilas dilatadas y los sueños rotos. Estaba tirado en la entrada del metro, con una jeringa vacía en el bolsillo y la esperanza oxidada en la mirada. Aun así, ella lo miró como si aún quedara algo que salvar.


Se llamaba Nico, pero en la calle le decían "Sombras", porque aparecía y desaparecía sin dejar rastro. Ella, Clara, estudiaba enfermería y pasaba cada día frente a él, hasta que un día se detuvo. Le dio una manzana, luego un abrigo, y finalmente su tiempo.


Él le prometió que iba a dejarlo. Lo intentó, por ella. Hubo semanas de temblores, gritos y sudores. Ella no se fue. Le sostuvo la frente, le preparó sopa, le leyó poemas. Por un momento, parecían haber vencido.


Pero la calle no perdona y la abstinencia no olvida. Una noche fría, él salió "a por tabaco". Ella supo. Lo buscó tres días. Lo encontró en un descampado, con los labios morados y una sonrisa triste. En su mano, aún sostenía la pulsera que ella le había regalado, con su nombre grabado.


Clara no lloró. Solo se sentó a su lado y le susurró:

—Te quise incluso cuando tú no podías quererte.

Y se quedó allí, hasta que amaneció.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

no se nada de ti

 no se nada de ti. ni siquiera lo suficiente como para mentirte bien el día empezó mal, como casi todos. cafe aguado. una camisa que aun hue...