El café recalentado
sabe a la misma culpa de siempre.
lo tomo igual.
porque hay mañanas
que no merecen nada mejor.
la ciudad despierta
con su tos de motores viejos.
yo también toso,
pero por otras razones.
reviso el bolsillo
dos monedas,
un ticket arrugado,
y un nombre
que ya no debería doler.
el vecino de arriba
grita por telefono.
suena como si le estuvieran
la vida a golpes.
quizá si-
quizá todos tenemos a alguien
haciendo ese trabajo por nosotros.
termino el cafe,
me pongo los zapatos
que huelen a dias malos
y salgo.
la calle promete nada,
y aun así sigo.
a veces basta con eso:
seguir
aunque no haya ningún sitio
que realmente espere tu llegada.
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