Una ballena fuma en la biblioteca
mientras las palabras se derriten
como relojes en ayuno.
Las estanterías gritan nombres
que nunca existieron,
y un pez con sombrero de copa
lee a Baudelaire en braille de luz.
El cielo se desabotona
para dejar caer nubes en forma de cucharas,
que revuelven el café de los pensamientos
que nadie pensó jamás.
En una taza, una ciudad duerme,
sus calles son lombrices que tararean tangos
y las farolas bostezan tinta azul.
Un cuervo recita ecuaciones
en la lengua muerta del mármol,
mientras un maniquí, vestido de médula,
baila con una flor que llora cenizas.
Todo es normal
en la catedral de lo imposible,
donde los espejos no reflejan
sino recuerdan.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario