ella fumaba palabras
y las exhalaba en mi cara
como si fueran canciones de amor mal grabadas
en un cassette que se rebobina con birome
a las tres de la mañana
me hablaba de los gatos callejeros
de los trenes que nunca tomó
de una flor que creció entre dos baldosas rotas
como si fuera lo más normal del mundo
ella —decía—
no creía en dios
pero sí en los paraguas rotos
en las películas en blanco y negro
y en los besos dados de espaldas al sol
un día me dijo
"te quiero"
con una papa frita en la boca
y fue el verso más hermoso que escuché en mi vida
ni Rimbaud ni Aragon ni el loco de Paul Éluard
habrían podido con eso
nos amamos como se ama en las canciones tristes
sin pensar en el final
como si el amor fuera una huelga general
contra la tristeza
y después se fue
como se va un poema olvidado
en la servilleta de un bar
pero a veces la veo
en la sombra de una bicicleta
en el ruido de un cine viejo
o en una palabra mal dicha por un niño
y sonrío
porque el amor
no siempre se queda
pero a veces
deja miguitas
para que no nos perdamos.
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